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SOBRE LA AUTORA


[Foto: Jorge Luis Borges y Tomás Eloy Martínez en una entrevista pública en la capital de Venezuela (1979)]




Tomás Eloy Martínez

Apenas comienza uno a recoger los testimonios de esta “Crónica Menor” siente sobre sí el peso terrible e insoslayable del tiempo, advierte cómo él tiende sus fuegos para consumir nuestra vergüenza dilapidada entre la vacilación y el odio, y finalmente, ama su implacable eternidad, sus turbadoras lanzas a las que es posible adelantarse siempre con sólo escribir “mañana” en los mismos sitios donde el orgullo, la distracción o la indolencia habían ya anunciado nuestra caída.

El tema del tiempo y el de la acción, continuamente repetidos como un llamado inexorable, iluminan en “Crónica Menor” la conciencia de una generación enfrentada a la injusticia, la espera, el éxodo y el cautiverio; ¿De qué manera expiar, entonces, la culpa que la inacción y los días perdidos impusieron?, ¿De qué manera despertar en quienes vengan, / en quienes ya vienen, / el duro premio de un perdón? Transfigurarse, ”atravesar las mutaciones”, “anticiparse a lo que puede suceder, a lo que siempre sucede” , son tan sólo armas en nuestras manos para intentar un nuevo comienzo, un reencuentro, que quizás sea – otra vez – cautiverio y espera.

Esa indagación de las causas que impusieron postergaciones y desamparo “a los jóvenes profetas, a los estudiantes del 43 y del 45, a los que padecieron estos doce años” – para quienes está dedicada la segunda parte del libro -- , persiste como actitud en los restantes poemas, extendida esta vez a toda la realidad argentina: la búsqueda de nuestras raíces espirituales a través del descubrimiento de una sola conciencia en la poesía de la poetisa misma- constituye para Betina Edelberg un acto de amor; la vida doméstica, la nostalgia, el silencio, el olvido, la costumbre, los cambios, fluyen con amplio aliento en esta poesía desnuda, casi libre de imágenes, clara y plena de serenidad, para terminar una cruel historia reciente.

Acaso un solo nombre o una sola palabra- olvido- hubiera bastado para decir todo: sólo nuestras voces perdidas quedan / y una amistad que no se nombra / ya / hasta el día en que seamos / secreto, / solitario olvido, / nada más de cuanto fue. Pero antes la propia poetisa advierte que es preciso dar testimonio de la verdad, “padecer la culpa” , abatir al tiempo. Estimo que es posible controvertir algunos términos de la implacable realidad que Betina Edelberg expone; que es posible inclusive disentir con la enumeración que de nuestra culpa hace. Estoy seguro, en cambio, de la perdurabilidad de su poesía.

Tomás Eloy Martínez

Eloy Martínez comenta 'Crónica Menor' de Betina Edelberg, en "La Gaceta", de Tucumán (5 de Mayo de 1957)



Murió el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez

A los 75 años, tras una larga lucha contra el cáncer, falleció el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez.

Fue columnista de los diarios LA NACION, The New York Times y El País de España. También escribió libretos de cine y televisión, y fue crítico cinematográfico, además de integrar el equipo de dirección del semanario Primera Plana. También dirigió la Opinión Cultural y la revista Panorama. Además, formó parte del equipo creador del diario Página 12.

"Las ficciones son nuestra forma de rebelión." La relación del periodista y escritor Tomás Eloy Martínez con la escritura comenzó con una transgresión. Escribió su primer cuento cuando tenía menos de diez años para burlar el castigo de sus padres, que le habían prohibido leer. Ese gesto, el de llevar al máximo los límites, caracterizó toda su trayectoria.

Agudo analista del ser nacional, quizá uno de los más penetrantes que tuvo el país en los últimos años, su cautivante y elaborado estilo nutrido por igual de la apreciación objetiva y sensible de la realidad sedujo a generaciones de lectores.

Empezó su carrera como corrector en La Gaceta de Tucumán, provincia que lo vio nacer en 1934. "Si cuidás el lenguaje, la ética viene en consonancia, porque la responsabilidad empieza por la herramienta que manejás", había dicho en una entrevista publicada en El País a propósito de esa experiencia.

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Trayectoria de Tomás Eloy Martínez



La expulsión de los mendigos

...Más inverosímil es todavía lo que les sucedió el 14 de julio de 1977 a los mendigos de mi ciudad natal, San Miguel de Tucumán. Hace mucho oí unos pocos detalles del episodio pero no encontré a nadie que supiera contarlo, hasta que a fines de 2003 el historiador Eduardo Rosenzvaig me hizo llegar precisiones tan delirantes que estarían fuera de lugar en las novelas.

Sucedió poco antes o poco después de una visita protocolar a Tucumán del presidente de facto Jorge Rafael Videla. El gobernador militar de la provincia era Antonio Domingo Bussi, un maniático de la limpieza y un feroz exterminador de disidentes que en 1995 recuperaría la gobernación gracias a una campaña electoral basada en su habilidad para barrer las calles. A fines de 2003 debía asumir la intendencia de la capital provincial, ganada por diecisiete votos en una puja contra el hijo de una de sus víctimas, pero la justicia no se lo permitió, porque es sospechoso de la desaparición de personas y de ocultar una cuenta en Suiza. Le dictaron prisión preventiva y lo confinaron -por su edad y por salud- en la casa de una hija.

Fuese o no para impresionar a Videla, el pequeño tirano Bussi impartió aquel invierno de 1977 la orden de recoger a todos los mendigos de Tucumán en un camión militar y arrojarlos en los descampados de Catamarca. A cualquiera que conozca la desolación de esos parajes le asombrará la crueldad de la idea. En la región limítrofe entre las dos provincias hay sólo unos pocos árboles espinosos y enclenques. Los animales no se aventuran. Apenas oscurece, el aire se torna duro y helado -sobre todo en julio-, y durante el día cae un sol de muerte del que no hay cómo protegerse. Se puede andar veinte, treinta kilómetros por ese páramo sin encontrar un alma.

Fue allí, en medio del desierto, donde los esbirros de Bussi desembarcaron a los mendigos. Eran quince o veinte, ya nadie lo sabe. Conocí a algunos de ellos durante la adolescencia, y pasé horas hablando con dos, al menos -el Loco Vera y Pachequito-, porque uno sabía canciones de las que ya nadie se acordaba, y el otro decía haber asistido al Juicio Universal, como el místico sueco Emanuel Swedenborg. Allí había aprendido quiénes eran los buenos y los malos de este mundo.

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'Borges y Judas'
Tomás Eloy Martínez

Hace dos mil años, y aun algunos siglos después, la religión era una pasión absorbente y avasalladora. Estaba en juego algo mucho más trascendental que la supremacía de los apóstoles depositarios de la doctrina, que habían escuchado las enseñanzas del Maestro después de la Resurrección, cuando Jesús ya se había desprendido de su cuerpo mortal y su alma estaba en relación directa con Dios.

Para las primeras pequeñas comunidades cristianas eran intolerables las desviaciones heréticas que se expandían entonces velozmente en el territorio de Palestina y las tierras adyacentes. Simonianos, ebionitas y nazarenos no tardaron en ser aplastados. El fuego de la piedad era aplacado por rencillas incesantes. Aunque la memoria de la pasión y muerte de Cristo era el lazo que unía a todos los fieles, había pasado menos de un siglo desde la crucifixión y las disputas no tenían fin.

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